LUCHA POR LO QUE QUIERES

Cuando alguien evoluciona, también evoluciona todo a su alrededor, cuando tratamos de ser mejores de lo que somos, todo a nuestro alrededor también se vuelve mejor.
Eres libre para elegir, tomar decisiones, aunque solo tu las entiendas, toma tus decisiones con coraje, desprendimiento y, a veces, con una cierta dosis de locura.
Sólo entenderemos la vida... y el universo, cuando no buscamos explicaciones. Entonces todo queda claro.
Aprender algo significa entrar en contacto con un mundo desconocido, en donde las cosas más simples son las mas extraordinarias. Atrévete a cambiar, desafiate, no temas a los retos. Insiste una, y otra, y otra vez. Recuerda que sin fe, se puede perder una batalla que ya parecía ganada. No te des por vencido, Acuérdate de saber siempre lo que quieres. Y empieza de nuevo. El secreto esta en no tener miedo de equivocarnos y de saber que es necesario ser humilde para aprender. Ten paciencia para encontrar el momento exacto y congratúlate de tus logros, y si esto no fuera suficiente... analiza las causas.. e inténtalo con más fuerza.

"Es importante que uses tu discernimiento en cada mensaje que lees, sólo toma los que te hacen vibrar, los que no deséchalos, ten presente que el poder de la verdad está en tu interior, tú y solo tú sabrán cuál es".



El mundo está en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y de correr el riesgo de vivir sus sueños.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Gregg Braden - La Ciencia de los Milagros

New York Times-VENTA autor Gregg Braden es reconocido internacionalmente como pionero en la reducción de la ciencia y la espiritualidad. Tras una exitosa carrera como geólogo de ordenador para Phillips Petroleum durante la crisis energética del 1970, trabajó como ejecutivo de informática de diseño de sistemas con los sistemas de defensa Martin Marietta en los últimos años de la Guerra Fría. En 1991 se convirtió en el primer Director Técnico de Operaciones de Cisco Systems, donde dirigió el desarrollo del equipo de apoyo global que garantice la fiabilidad de la Internet de hoy.

Por más de 25 años Gregg ha buscado pueblos de alta montaña, monasterios remotos y textos olvidados para descubrir sus secretos eternos. Su trabajo se ha presentado en el History Channel, Discovery Channel, The Sci Fi Channel y NBC.

Hasta la fecha, los descubrimientos de Gregg han llevado a tal paradigma, destrozando libros como: El Efecto Isaías , El Código de Dios , La Matriz Divina , y Tiempo Fractal: El Secreto del 2012 y de la Nueva Era , que debutó en el # 5 en la de Nueva York tiempos de lista de best sellers dos semanas después de su lanzamiento. La verdad profunda es la más reciente libro de Gregg Braden.

El trabajo de hoy Gregg se publica en 17 idiomas y 33 países (ver traducciones ) y nos muestra más allá de cualquier duda razonable que la clave de nuestro futuro está en la sabiduría de nuestro pasado.













sábado, 17 de diciembre de 2011

En la Epoca del amanecer de la consciencia, por Equipo de Redacción BIOSOPHIA

Aquella máxima evangélica que decía que “No se puede servir, al mismo tiempo, a dos Señores”,sumada a la de “Mi reino no es de este mundo”, nos conducen al hecho real de que el Cristianismo no es una religión o un método, sino que es un estado de consciencia que no se difunde mediante prédicas sino mediante vivencias y realizaciones conscientes. Si Cristo es el Vencedor de la muerte, el primer Resucitado y quien aseguró que “Quien crea y viva en Mí no morirá”, fue porque, venciendo a la muerte, es decir introduciendo Vida en la muerte, posibilitó la Consciencia. Loprimero que hizo el Cristo, después de su muerte en la cruz, fue romper las barreras del Hades, para liberar a las almas allí aprisionadas, para posibilitar su correcta re-integración al proceso natural post-mortem, de forma que tales almas dejaron de vagar por un limbo anodino y grisáceo, en un océano de inconsciencia y oscuridad, para poder reintegrarse a un proceso que abriese y posiblilitase la luz de la consciencia a toda la Humanidad. Es por tanto a partir del Gólgota que amanece en la historia de la Humanidad un nuevo proceso de autoconsciencia personal y social, que se desarrolla e intensifica después mediante un proceso de individuación creciente, a partir del siglo XIX, dentro de lo que se ha llamado Epoca del Alma Consciente en el desarrollo evolutivo del alma humana.

El objetivo de la Evolución no es otro que el de generar los estados convenientes de conciencia, y por ello cada Época, cada etapa, cada momento, requieren una estado de conciencia adecuado a ella para hacerle frente. Por consiguiente, lo que nos sucede en la actualidad es que, al objeto de tomar consciencia de aquellas fuerzas adversas que inconscientemente en este mundo de materia controlan nuestro sistema de cuerpos inferiores, debemos comenzar por hacernos sensibles a la percepción del Mal, ya que en definitiva, los entes suprasensib1es, las Jerarquías Superiores, son únicamente consciencia. Para nuestra etapa actual, lo que se espera de la humanidad es una clase de consciencia especifica, y de lo que se trataría es de cultivar una forma de consciencia que sea susceptible de registrar la naturaleza dual de nuestra realidad. Esto es más difícil de lo que parece, porque hace muchos milenios que la mente humana ha sido condicionada para filtrar e interpretar la realidad como si fuese unitaria, y, ya sabemos que un órgano, una facultad, que dejan de ejercitarse, termina por desaparecer. Cuando el individuo toma conciencia de la permanente acción del Mal y de que la realidad material es un «ensueño”, una “ilusión”, esta realidad pierde, en una cierta medida, al principio pequeña pero progresivamente creciente, su capacidad de encantamiento y aprisionamiento sobre la persona, debilitando paulatinamente la identificación egóica que la aferra a la materia y a las fuerzas que la dominan y la sostienen.



Según opinión extendida en la ciencia moderna las religiones son el resultado de la invención del hombre para hacer frente a su temor a lo desconocido y para rellenar el vacío de su ignorancia. Y sin embargo ello se contradice con cualquier investigación rigurosa de la realidad: el ser humano primitivo era incapaz de inventarse nada, o de percibir un vacío existencial, pero sí era capaz de recibir enseñanzas, no a través del intelecto, de entidades suprasensibles que percibía y que le supervisaban y conducían. Por tanto, la religión era el código de comportamiento y comunicación del hombre primitivo con tales entidades no materiales. Y así ha sido durante milenios.



Cuando, tal como nos relata Steiner, el ser humano pierde sus facultades de percepción suprasensible, ya casi extinguidas al final de la época anímica conocida como del Alma Sensible (hacia el 747 A.C.), en la decadencia de las épocas egipcio/persa/caldeo/babilónica/judia, comienza la época cultural greco-latina de desarrollo del Alma Racional o de sentimiento y que va a durar aproximadamente hasta 1413 con el Renacimiento. Tal traslación supone la transición de un tipo de conciencia afectiva-participativa a una pensante-separativa.



En la etapa del Alma Sensible el ser humano estaba conectado directamente con la realidad que le circundaba a través del sentimiento y de una percepción no mediatizada por el pensamiento. Totalmente integrado en la realidad, formaba parte de ella y sentía con ella, no se cuestionaba su papel en el mundo.



Cuando decaen las facultades propias de este tipo de configuración anímica se plantean las propias del Alma Racional. Hay una desvinculación con el entorno y un sentimiento de aislamiento que hace que el hombre se plantee su destino y el profundo sentido de las cosas, del sufrimiento en la vida y acerca de la verdad. En esa época tenemos el surgir del pensamiento como un instrumento para empezar a conocer la realidad y el papel que el hombre tiene en el mundo. Es el inicio del ejercitamiento del juicio y la crítica, que se manifiestan en los primeros autores griegos y en el nacimiento de la filosofía, al mismo tiempo que de un pensamiento racional, aunque cargado de emotividad.





El Desarrollo del Alma Consciente



Desde el siglo VI D.C. se venía preparando, como impulso espiritual en el proceso evolutivo humano, el germen de una nueva facultad en el ser humano, en aquella parte de nuestro psiquismo ejercida sobre la percepción sensorial del mundo físico, que nos confiere una conciencia de vigilia o alerta sobre la realidad físico-material. Tal tipo de percepción es la necesaria para despertar la individualidad, subyacente en el concepto de egoísmo o falsa individualidad, inicio o germen de lo que en el futuro habrá de ser la auténtica individualidad en lo fraternal, como expresión de un absoluto desprendimiento y de entrega crística. Este impulso va a fermentar a partir del siglo XV, que es lo que se conoce como etapa anímica del desarrollo del Alma Consciente en la que actualmente estamos, y que va a durar aproximadamente hasta el 3573.



Gracias a esta nueva facultad en la psiqué de la persona, ésta tiene la opción de encontrarse frente a su propia identidad individual distintiva del resto de los seres, posibilitándole su auto-determinación independiente de las instituciones y entidades sociales político-religiosas que hasta entonces la han dirigido, o de la atadura a los lazos hereditario-sanguineos o de razas, pueblos y nacionalidades. En el periodo del Alma Consciente el hombre puede ir despertando a su individualidad absoluta, frente al resto de la realidad entendida como algo ajeno.

Van a surgir movimientos filosóficos y diversas teorías de conocimiento, como el romanticismo, el idealismo, el positivismo, el racionalismo y el existencialismo, etc,, en esa búsqueda del comportamiento idóneo para conseguir trasformar positivamente la realidad. La conexión mundo externo/cerebro (sistema neurosensorio) nunca ha sido tan nítida y clara como en esta época, y eso hace posible ese despertar de la individualidad, de la conciencia, a pesar de la dificultad, todavía, de situarnos dentro de la realidad, de lo que es y de lo que nosotros somos dentro de ella.



En esta nueva etapa anímica de despertar de la conciencia se hace una especie de recapitulación, como impulso espiritual de las etapas anteriores, que se pueden caracterizar en lo cultural en los siglos XV y XVI desde Italia del alma sensible (en el Renacimiento) y desde el XVII en Francia del alma racional (con la Revolución Francesa).



Posteriormente es en la cultura germano-anglo-sajona (compuesta de británicos y alemanes) en donde se va a caracterizar plenamente la época del Alma Consciente con la revolución industrial. A partir del siglo XVIII, en el XIX y sobre todo en el XX, después de la 2ª guerra mundial, estos pueblos que la representan, y en su extensión al continente americano, son los que van a ejercer la dirección real en todo el planeta.



Sabemos que los impulsos espirituales que tienen que caracterizar a una época cultural se producen ineludiblemente, aunque generalmente sean pervertidos en su aplicación. Como ejemplo de ello tenemos lo acaecido con la Revolución Francesa, en la que los impulsos crísticos rosacruces de libertad, igualdad y fraternidad, en lugar del efecto de modelación de los sistemas sociales, lo que previeron en su aplicación fue favorecer a los dirigentes sociales y a las clases burguesas poseedoras de los bienes económicos.



Pero si honestamente nos preguntamos ¿Qué es lo que caracteriza a la época del Alma de Conciencia hoy día?. ¿Qué es lo que ha pervertido los impulsos espirituales correctos de fraternidad en lo económico, de igualdad en lo político-jurídico y de libertad en el pensar?. ¿Qué es lo que mueve las voluntades de más de 6000 millones de seres humanos que habitan el planeta? Habremos de contestar con total seguridad y sintéticamente: el dinero. Se quiera o no, guste o no guste, es el dinero el motor social básico de nuestras sociedades, en manos de oligopolios y de empresas multinacionales, unidos a los sistemas financieros globales, al sacrosanto principio económico de libertad de la economía (la llamada economía de mercado) en todo un mundo regido por la filosofía y la praxis del liberalismo o neo-liberalismo económicos, asumido a nivel internacional por todo el poder y el orden mundial, a través del movimiento total de capitales, los beneficios ilimitados, etc.





Libertad en el Pensar y Fraternidad en lo Económico



Todo ello no es sino una tergiversación de la libertad de pensamiento que tenía que producirse en el siglo XIX: los libre-pensadores. El punto de partida se basaría en que los seres humanos, las personas, no tienen que estar sometidas, en su capacidad pensante, a ninguna doctrina o creencia, a deologías, a una raza, a un sexo o a un estado, sino simple y llanamente a su propio yo. En la época del Alma Consciente os procesos culturales y educativos han de posibilitar el funcionamiento autónomo del pensamiento en los procesos de individualización necesarios.



Por el contrario lo que sí habría que estar condicionado y regulado por leyes es la economía, que no se puede mover en absoluta libertad, sino en base al concepto de la fraternidad. La economía en libertad significa que cada uno que pueda va a ejercer los estímulos y a poner los mecanismos para optimizar una producción en base al beneficio personal, sin leyes que lo limiten o impidan. ¿Qué pasaría con la economía si no existiera el dinero, si sólo existiera lo que cada uno necesita: vivienda, comida, vestido, etc.?.¿Cómo nos íbamos a proveer de eso? . Nos daríamos cuenta de que lo importante no es el dinero, que desapareciese, sino de quedarnos sin lo que tenemos (ropa, casa, coche, colegio, etc.). Es esencial el diferenciar entre las estructuras actuales montadas en base al dinero, al trabajar por un sueldo, o el ser consciente de que si yo produzco algo no es para mi, sino para los demás, a los que a su vez necesito para vivir, desde algo tan simple como un jersey a unos zapatos, pues ello me permitirá constatar que miles de personas están trabajando para permitirme desarrollar mi existencia, y que asimismo mi trabajo es para los demás, no para mi mismo. Si piloto un avión, por ejemplo, no es por el sueldo, sino porque ayudo a desplazarse a 200 personas que lo necesitan.



El proceso se ha pervertido a través del ciclo económico en los últimos siglos y por eso ahora todos creemos que trabajamos exclusivamente para nosotros mismos. El desarrollo profesional es absolutamente egoísta y entendemos que eso es lo normal y conveniente. Tal filosofía de vida, ya enraizada en lo más profundo de nuestro inconsciente, a través de todo un sistema educativo y cultural, impide al ser human concienciar que lo importante es lo que cada uno de nosotros aporta a los demás y lo que muchas personas nos aportan con su trabajo a lo largo de nuestra vida.





Hijos del Siglo XX



Todos los procesos culturales están basados en teorías de conocimiento, o fundamentos filosóficos que los dirigen. En este sentido todos nosotros somos “hijos del siglo XX”, inmersos en una cultura que se ha estado preparando desde hace algunos siglos, y por eso pensamos, como lo hacemos, en normas y creencias que desde la infancia nos han sido enseñadas y que consideramos y creemos verdaderas. Sin embargo es precisamente en nuestra época de desarrollo de la conciencia individual cuando sería el momento de poner en cuestión todo eso aprendido y darnos cuenta de la gran cantidad de cosas que “sabemos” pero que no son verdaderas. Salvo que seamos analfabetos y marginados socialmente todos estamos educados en base a una civilización occidental que se ha extendido a todo el mundo, desde Asia a África y Australia. Es una influencia que viene de los Estados Unidos de América fundamentada en una gneosología que originariamente procede de Europa, concretamente de Francia y Alemania, pero fundamentalmente dirigido desde Inglaterra en lo económico,que luego fue fermentado en USA y posteriormente expandido al resto del mundo.



Durante miles de años la humanidad había estado vivenciando que los pensamientos son seres vivos que desde el mundo espiritual se manifiestan en la mente humana, que recoge esos pensamientos y los ordena y comprende adecuándolos al mundo físico material. En el siglo XV, como hemos visto, comenzó del desarrollo de la conciencia, de manera que determinadas personas empezaron a experimentar que su pensamiento nacía en su propio cerebro: “pienso, se me ocurre, tengo ideaselaboradas por mi”. De esa forma se fué desvaneciendo toda posibilidad de percibir el pensamiento como un regalo, cual lluvia procedente del mundo espiritual, y ese proceso culmina en los siglos XIX y XX con la expansión de la cultura y la alfabetización de grandes masas de población, todo lo cual e generó una ola cultural que desvanece cualquier conocimiento (que no creencia) espiritual.



Surge el concepto de propiedad intelectual, regida por el dinero, los derechos de autor, como creaciones mentales que tienen un autor. Es un proceso paralelo al aislamiento, al sentimiento de no pertenencia a un grupo, a la importancia personal. Yo soy el que importo, por encima de la familia, raza, país, etc, cada uno es cada uno, con toda su miseria y grandeza. Según vamos atrás en el tiempo la importancia grupal era mayor, el individuo era importante en función del grupo al que pertenecía. En la época del alma consciente nos consideramos yoes individuales. Es un proceso evolutivo por el que el ser humano tiene que pasar, enfrentándose a la problemática del egoísmo que rige la individualización, lo cual coincide con un incremento de las fuerzas del pensamiento en relación con los sentimientos personales. Estoy yo sólo y está el mundo: el sujeto y el objeto. A ello se suma todo un proceso de cambio en el rol de los sexos, que se produce a mediados del siglo XX en que la mujer, el aspecto femenino del ser humano, va a tomar también el impulso de la individualización de manera que deja de estar secuestrada por la masculinidad para actuar firme y resueltamente en el entramado social, político y económico.

Individualidad e Individualismo



El problema de la individualidad es que puede conducir a crear individuos, algo que se necesita, pero también a un incremento del individualismo exacerbado, del egoísmo. La individualidad es necesaria como proceso, una individualidad inevitablemente egoísta en principio, por el que todos tenemos que pasar, y en el que tenemos la oportunidad y el derecho a decidir guiar nuestra voluntad para pensar y actuar de la manera que consideremos más adecuada. Ello supone un enorme cambio cultural en el que las doctrinas religiosas y creencias van perdiendo fuerza.



El individualismo hace que me aísle del grupo y vea a los demás, intuitivamente, instintivamente, como algo peligroso, a enfrentar. Cuanto más soy “yo” más pierdo de empatía con los demás y menos dependo del grupo, con el que no me puedo comunicar. Ello conduce a la competitividad en un mundo de triunfadores y perdedores, que lo son porque se lo merecen. Sin embargo el individuo es la persona que ha podido independizarse, de alguna manera, de los condicionamientos sociales impuestos. Desarrolla una personalidad acorde con lo que moralmente cree es verdadero y bueno. Puede aportar a lo social lo mejor que tiene ya que la sociedad necesita muchos individuos que hayan superado las fuerzas de egoísmo.



El yo tiene que relacionarse con el otro yo, no en función de que el otro me agrade o no constitucionalmente. La esencia está dentro, “acorazada”por el egoísmo individualista. Tengo que ver al individuo que está detrás de la mera apariencia que el otro me presenta, lo cual dificulta las relaciones humanas.



A la vez el hombre necesita verse a sí mismo, aunque haga lo que sea para no ver su propio yo, y por ello recurre a drogas, evasiones, etc. que aturden y atrofian su cuerpo astral (emocional), adormeciendo su conciencia, porque la conciencia le va a llevar a ver cómo vive su espíritu, y, si carece de autodisciplina y voluntad, le llevará por tanto a la frustración y, en su consecuencia, a la huida del propio autoconocimiento.



La vigente cultura materialista tiene la ventaja de poder homogeneizar, mediante elpensamiento único que allana todas las diferencias, a miles de millones de seres humanos “robotizándoles” para cumplir consignas, con todo el poder de los medios de comunicación. En este sentido el problema actual del ser humano no es por una carencia de capacidades espirituales, sino fundamentalmente por condicionamientos culturalesque nos han ido castrando convenientemente cuando nos creemos: “no eres nadie, no posees nada, no tienes nada trascendente, cuando te mueras se acaba todo…o te condenas o salvas por toda la eternidad si no cumples los mandatos”, etc. Con esto se ha conseguido aniquilar la seguridad del ser humano en si mismo, su propia autoestima, a la vez que todo lo que tiene que ver con la tradición y las costumbres se debilita, las iglesias pierden poder a marchas forzadas, al igual que las tendencias familiares.



Este proceso aniquilador de toda la influencia cultural anterior que se ha producido en el siglo XX y que sigue avanzando, hace que el individuo se rebele al no haber ya nada que dirija su voluntad, generándose así el vacío en las almas, la negación de Dios, la inseguridad. Para sustituir o compensar la falta de lo divino, y por debilidad anímica se ha sustituido la fe en la iglesia y en sus dogmas que no se comprenden, por una cierta fe en los postulados científicos (la autoridad de la ciencia) que tampoco se comprenden, aunque se den cómo verdaderos en una especie de fé innata de carbonero. Fundamentalmente somos seres de fe, necesitamos creer en algo, aunque sea en instituciones que estén por encima de nosotros, a las que otorgar la fuerza y la representación de la verdad que no conocemos: ello nos va a dar una cierta seguridad, a pesar de que la ciencia sólo abarca el campo físico-material, sin respuesta alguna de lo trascendente. Al final la persona, si piensa, pierde también esa seguridad y se queda en lo que hoy se vive como una indeterminación en la que el hombre vuelve a experimentar la sensación: “sólo se que no se nada”. Contamos con muchísima información que en lo esencial no nos vale puesto que no sirve para contestar a las preguntas vitales: ¿De donde vengo, quien soy, hacia donde voy?.





La Fuerza del Pensar y la Conciencia Moral





La humanidad se ha entregado con confianza infantil a la fe que no se comprendía, durante muchos siglos, a la providencia divina a través de sus “representantes” en la tierra, ya sea en el catolicismo como en el resto de religiones establecidas. Era necesario que se pudiera hacer un trabajo desde el individuo, con la fe que no se comprendía en base a la fuerza del sentimiento, entregándose la confianza a aquello que no se podía unir con la fuerza de la conciencia. Pero han pasado más de 2000 años de evolución y hoy ya podemos plantearnos las cuestiones conscientemente con la fuerza de nuestro pensar.



Si se pregunta ¿Qué es un ser humano?. Entre otras cosas podemos considerarlo como “un centro de conciencia moral en evolución”, es decir, tenemos una conciencia y una moral, que evolucionan. Sabemos que en la naturaleza todo está conformado para que funcione equilibradamente, sin exceso ni defecto, sin que nadie ponga en peligro la continuidad de la vida… salvo el ser humano, que puede ser peligroso para el planeta. Entendemos como moral lo que facilita esa continuidad, e inmoral, lo que la perjudica. El hombre, durante millones de años, siempre ha tenido una moral, sin conciencia, desde cada célula, subsumida en el organismo del que forma parte todo un ejército de seres espirituales, actuando con la exclusiva misión de conformar el cuerpo, abnegadamente. Otras conciencias actúan por nosotros.



Ahora todos somos necesariamente egoístas para poder individualizarnos, y por tanto somos en parte inmorales. Nuestra conciencia empieza a estar desligada de los impulsos espirituales que las Jerarquías Divinas no shan venido desde siempre. El pensamiento comienza a manifestarse realmente en la humanidad desde ese comienzo de la filosofía, a través del amor a la sabiduría, desde hace 2700 años en Grecia, cuna de la civilización occidental. Ese pensamiento, aunque todavía se vivenciaba como un regalo del mundo divino de las ideas, permitía entrar en contacto con la realidad, e irá evolucionando hasta que, desligado de lo divino, se considera un derecho de las personas, de los autores pensantes. Se pierde la dirección moral automática, un comportamiento moral instintivo, y se gana la conciencia a través de nuestro pensamiento, por medio de una libertad para su utilización en lo que queramos sin la necesidad de estar mediatizados por doctrinas y normas.



Hoy día todos tenemos una capacidad de pensamiento, con unas posibilidades ilimitadas que desconocemos; estamos al comienzo de su utilización, después de cinco siglos lo usamos casi en exclusiva para nuestros intereses, para ir descubriendo algunas leyes físicas que rigen en el plano material. Este uso egoísta del pensar era necesario y lícito porque el ser humano tenía necesidad de dejar de pensar “religiosamente” (no espiritualmente) sustituyéndolo por un pensar científico y así ganar el control de la subjetividad y la conquista de la objetividad. Esto tenía que generar una actitud correcta de no usar ese pensar egoísta exclusivamente para mi conveniencia y placer para adecuar las leyes del mundo físico que puedo descubrir. Esa cualidad de objetividad del pensamiento científico era necesaria para que se pudiera desarrollar la conciencia moral individual. Para ello hay que dejar de pensar de forma utilitaria para poner la conciencia de cada uno al nivel de la realidad, proceso que aunque muy largo ya es posible realizar, a partir del siglo XX, por la objetividad ganada gracias al desapego en la investigación científica.



Objetividad en el pensamiento que ha llegado a muchos millones de seres humanos y posibilita el comienzo de esa conciencia moral dirigida por ese pensar libre de prejuicios y condicionamientos culturales y doctrinas. Comienzo de un proceso que todos podemos hacer si nos lo proponemos y empezamos a desembarazarnos de esos condicionamientos culturales que tenemos: requiere un trabajo personal de auto-conocimiento, un camino de investigación personal sobre la realidad, de cambio de la ciencia natural a la ciencia espiritual, no negando lo natural, sino incluyéndolo dentro del ámbito de toda la realidad anímico-espiritual en la que vive lo físico-material, expandiendo nuestra conciencia, hoy tan limitada porque nuestra cultura nos enseña (y nos lo creemos) que nuestra conciencia tiene que ceñirse a la enseñanza que recibimos (condicionamientos, que no determinaciones que no puedan ser modificadas).



Esto nos da la clave del porqué de la situación actual del caos que padece el hombre hoy, de indeterminación y desesperanza. Cada uno tiene que reflexionar y dándose cuenta (tomando conciencia de la realidad) ver lo que puede hacer. Lo importante es la actitud que tomemos, obrar moralmente lo mejor que podamos, según lo que cada uno considere sea lo más adecuado. Ello va a depender de lasabiduría de cada uno, que se ha de trasformar en amor. La forma que tenga de ver la vida cada hombre va a condicionar la moral que posea. Lo cual conllevará una actitud exigente de buena voluntad y total honestidad. Que los procesos personales sean conscientes, lo más auténticos posible, no artificiales ni inducidos por nada ni por nadie, sino por mi mismo, por mi voluntad, para que, sin angustias, y ejercitando ese Alma Consciente que estamos desarrollando toda la Humanidad en este actual período evolutivo transcendental, yo mismo los pueda trasformar.



Equipo de Redacción Biosophia

martes, 13 de diciembre de 2011

Bruce Lipton El poder de la consciencia

En esta entrevista Dr. Bruce Lipton nos cuenta como es que tenemos el poder de modificar o crear nuestra realidad por medio de nuestros pensamientos y creencias, como funciona este proceso a nivel celular y atomico. Es importante que sepamos como nuestros pensamientos van creando nuestra realidad cada instante de nuestras vidas y por que somos responsables de lo que nos ocurre en nuestra vida diaria.






La consciencia arquetipal: redescubriendo a los dioses

Un recorrido ensayístico por la psicología junguiana y su concepción de la mente como un cónclave de arquetipos: Los dioses están dentro de nuestra psique como conjuntos de ideas --neuroespacios míticos-- o actitudes y perspectivas milenarias que nos in-forman.

“No se puede hablar de los dioses sin los dioses.”

Jamblico.

Una de las distinciones más profundas de nuestra forma de concebir la realidad y la del pensamiento antiguo es la tendencia de este último, enormemente diversificada, a interpretar el mundo en términos de principios arquetípicos. Desde los tiempos más remotos la humanidad ha creído en dioses: figuras numinosas que personifican fuerzas o atributos universales. Para todas las cosmovisiones chamánicas primitivas y para todas las filosofías esotéricas antiguas, desde el hermetismo al platonismo, del gnosticismo a la cábala, el cosmos era concebido como una manifestación dinámica de ciertas fuerzas o principios primordiales diversamente imaginados como deidades inmortales, Ideas universales, absolutos inmutables o arquetipos.

El universo griego pre-aristotélico estaba ordenado por una pluralidad de esencias intemporales que subyacían a la realidad concreta y le daban forma y significado. “Estos principios arquetípicos comprendían las formas matemáticas de la geometría y la aritmética, los opuestos cósmicos, tales como la luz y la oscuridad, lo masculino y lo femenino, el amor y el odio, la unidad y la multiplicidad y las ideas de lo Bueno, lo Bello, lo Verdadero y otros valores morales y estéticos absolutos. En el pensamiento griego prefilosófico, estos principios arquetípicos tomaron la forma de personificaciones míticas tales como Eros, Caos, Cielo y Tierra (Urano y Gaia), así como figuras de personificación más plena, tales como Zeus, Prometeo y Afrodita. En esta perspectiva, todos los aspectos de la existencia quedaban modelados e impregnados por estos fundamentos. A pesar del continuo flujo de fenómenos, tanto en el mundo exterior como en la experiencia interna, era posible distinguir estructuras o esencias inmutables específicas, tan definidas y duraderas que se les atribuyó una realidad independiente. Precisamente sobre esta propensión de ver esclarecedores universales en el caos de la vida edificó Platón su metafísica y su teoría de conocimiento.” (Richard Tarnas, La Pasión de la Mente Occidental, 2008).

Para comprender el pensamiento platónico, nos dice el historiador de la cultura Richard Tarnas, debemos comprender que, para Platón, los arquetipos no eran generalizaciones humanas o abstracciones conceptuales creadas arbitrariamente a partir de los objetos del mundo real, sino que tenían un grado de realidad superior al del mundo de las cosas, el cual derivaba de estos. “Los arquetipos platónicos forman el mundo y también están más allá de él. Se manifiestan en el tiempo y, sin embargo, son intemporales. Constituyen la esencia oculta de las cosas. Platón consideraba que la mejor manera de entender lo que se percibe como objeto particular en el mundo es considerarlo una expresión concreta de una Idea más fundamental, de un arquetipo que da a ese objeto su estructura y su condición especiales. Una cosa particular es lo que es en virtud de la Idea que la informa. Algo es “bello” en la medida exacta en que el arquetipo de la Belleza está presente en él. Cuando alguien se enamora, lo que el enamorado reconoce y aquello a lo que se rinde es a la Belleza (o Afrodita), y el objeto amado es instrumento o portador de la Belleza. El factor esencial del acontecimiento es el arquetipo, y este nivel es el de significado más profundo… En consecuencia, el filósofo reconoce la Idea que subyace a todos los fenómenos bellos. Devela la auténtica realidad detrás de la apariencia. Si algo es bello, lo es porque “participa” de la Idea (absoluta) de Belleza.” (Tarnas, 2008).

La filosofía aristotélica se libró de todo esto, dejando de lado los universales para enfocarse únicamente hacia lo particular y lo concreto, sentando las bases de un empirismo materialista. Tras la caída de Imperio Romano y el ascenso monolítico del cristianismo, un único dios, monoteísta y trascendente, fue impuesto sobre la razón por el poder del dogma durante casi dos milenios. Con la emergencia del cientificismo y el humanismo renacentista, el último de los dioses sería socavado. En 1885, Nietzche escribía su acta de defunción: “Dios ha muerto…Muertos están todos los dioses”. El hombre estaba solo en un universo indiferente, vacío de significado trascendente más allá del que pudiera imponerle la arbitraria y trágicamente libre voluntad humana.

Setenta años después, mientras analizaba los sueños de un paciente esquizofrénico en la Clínica Psiquiatrica de la Universidad de Zurich, Carl Gustav Jung encontró el inconsciente colectivo.

Jung fue, junto con Freud, una de las principales figuras fundadoras de la psicología del inconsciente, a la cual dedicó prácticamente la totalidad de su vida. Uno de los descubrimientos centrales de Freud fue que nuestro inconsciente, en los sueños, se expresa en símbolos que pueden ser interpretados y que poseen un significado para nosotros. El modelo de Jung supuso la ampliación de esta idea a todas las producciones culturales de la humanidad. Mientras estudiaba los sueños de sus pacientes, Jung comenzó a encontrar similitudes entre los símbolos surgidos del inconsciente de estos y símbolos antiguos de carácter mitológico, religioso o filosófico que los propios pacientes desconocían. Los mismos temas que conformaban los mitos del pasado, despreciados por el pensamiento occidental como fabulas precientificas o falsedades de tiempos primitivos, estaban vivos en la psique. Analizando de esta manera los símbolos oníricos y comparándolos con material similar de la historia cultural humana, Jung dio con una serie de motivos típicos o estructuras básicas que subyacían bajo todas las formas de la imaginación y el pensamiento humano, en todos los tiempos y en todas las culturas conocidas. Recuperando la tradición platónica, Jung denominó a estos modelos simbólicos fundamentales arquetipos, los constituyentes básicos de lo inconsciente colectivo. El Héroe, La Madre,El Padre. El Anima y el Animus, el Anciano Sabio y el Paraíso Perdido son algunos de los principales arquetipos identificados por Jung.

La vasta y prolífica obra de Jung y de sus continuadores supuso la confirmación de esta hipótesis de un inconsciente colectivo, al evidenciar los arquetipos en todas las producciones culturales humanas, desde la mitología hasta los sueños del hombre moderno, desde la filosofía hasta el arte, desde el pensamiento religioso hasta la teoría científica. Los arquetipos, invariantes fundamentales de la consciencia humana, habían estado presentes en toda la historia, configurando nuestra imaginación y nuestras experiencias y concepciones de la realidad desde la profundidad de la psique colectiva. En otras palabras, los dioses no habían muerto, se habían trasladado al inconsciente. Porque expresado en lenguaje simbólico, los arquetipos son dioses, son los dioses mismos (los motivos numinosos dominantes) de nuestra imaginación.

Suele entenderse erróneamente, en las interpretaciones superficiales de la teoría junguiana, el concepto de arquetipo como si se refiriese a una imagen o símbolo particular, e incluso se utiliza indistintamente la palabra “arquetipo” para referirse a estereotipos culturales. Sin embargo, en la teoría jungiana, los arquetipos no tienen una forma definida o concreta, más bien son como un molde o patrón subyacente del inconsciente colectivo que, al llenarse con los contenidos del inconsciente personal o cultural, se expresa en una forma concreta. Si en la teoría junguiana los arquetipos son los moldes básicos de representación, los símbolos o “imágenes arquetipales” son el contenido que llena esos moldes.

Estas imágenes simbólicas aparecen en los sueños, en las religiones y en las mitologías, en las creaciones artísticas, y están atravesados por la cultura y por todas las anteriores representaciones simbólicas con las que esa cultura se ha ido enriqueciendo (consciente e inconscientemente) a lo largo del tiempo. Por esta razón, a diferencia del arquetipo, los símbolos no son inmutables. Los símbolos y sus particularidades contextuales pueden transformarse indefinidamente junto con la cultura que los produce, pero el arquetipo que los hace existir permanece siempre, como un núcleo último de sentido inmutable. La imagen arquetipal de Zeus en la mitología griega, por ejemplo, refiere al arquetipo del Padre, que en la mitología nórdica toma la forma de Odín, y en la mitología judeocristiana recibe el nombre de Jehová.

Junto con el concepto de “arquetipo”, existen en la psicología junguiana los llamados “complejos psicológicos”, los cuales son considerados agrupaciones de ideas con una intensa carga emocional que forman parte del inconsciente personal de cada individuo. Cuando un complejo, por diversas razones, “se activa”, se convierte en una fuerza del inconsciente semi-autonoma que tiene el poder de avasallar y desplazar a la conciencia. “Cuando un complejo emocional se apodera de alguien, el “yo” queda fuera de combate. La persona puede no ser conscien­te o estar ciega ante lo que está sucediendo mientras la gente al­rededor suyo reacciona de formas diferentes. Puede que le sigan la corriente, le eviten, le teman o que su complejo provoque en los demás un complejo inconsciente equivalente. O que la perso­na luche contra ese complejo al sentir que su reacción es exage­rada o que se comporta de modos que no son propios de él. Tan­to en la psicoterapia como en la vida, se puede evocar el complejo y llegar a conocerlo. El mero acto de observarlo trasla­da la energía al ego y paulatinamente, a medida que el “yo” ve lo que está sucediendo y se resiste a dejarse llevar por el complejo, éste pierde energía e influencia y retrocede” (Jean Shinoda Bolen, Los Dioses de Cada Hombre, 1989).

Ahora bien, en psicología junguiana, la energía emocional de todo complejo refiere, en última instancia, a un arquetipo. Todo complejo, de hecho, esconde en su núcleo a un arquetipo revestido emocionalmente (es decir, una pauta emocional universal de la psique humana). Expresado simbólicamente “un dios forma nuestra visión subjetiva para que veamos el mundo según sus ideas” En este sentido, “no es cierto que nosotros tengamos ideas, sino que más bien las ideas nos tienen a nosotros Tenemos que saber qué ideas, qué dioses nos gobiernan para que no gobiernen nuestros puntos de vista y nuestras vidas sin que seamos conscientes de ello.” (Patrick Harpur, El Fuego Secreto de los Filósofos, 2006)

Desde el punto de vista de la psicología arquetipal, un “dios” es simbólicamente, una perspectiva mítica, una actitud hacia la vida y un conjunto de ideas. “Los dioses están dentro… y están dentro de nuestros actos, ideas y sentimientos. No tenemos que aventurarnos a lo largo de los espacios estrellados, el cerebro de los cielos, o sacarlos de su ocultamiento con fármacos alucinógenos. Están ahí en las precisas maneras en que uno siente y piensa y experimenta sus humores y síntomas. Aquí está Apolo, aquí mismo, haciéndonos distantes y deseando formar ingeniosas ideas claras, distintas; aquí está el viejo Saturno, aprisionado en sistemas de juicio paranoides, maniobras defensivas, conclusiones melancólicas; aquí está Marte, teniendo que enrojecer el rostro y matar a fin de establecer un punto; y aquí está la ninfa del bosque Dafne-Diana, retirándose hacia el follaje, el camuflaje de la inocencia, suicida a través de la naturalidad.” (James Hillman, Puer Papers, 1979).

Al edificar una psicología basada en el reconocimiento de las estructuras arquetipales de la psique, Jung no estaba solamente elaborando un modelo teórico para su aplicación en psicoterapia, sino que estaba trazando un mapa del alma humana; esto es, un mapa de nuestra realidad psíquica. Pero nos equivocaríamos si interpretáramos esa realidad psíquica como una dimensión interior en contraposición a la del mundo externo. El sentido epistemológicamente revolucionario de la psicología junguiana surge en toda su magnitud cuando descubrimos que nuestra realidad psíquica ES la realidad. En el sentido en que toda nuestra experiencia de lo que llamamos “real” es primeramente un proceso psíquico y en el sentido en que no podemos conocer nada que no sea primariamente un proceso psíquico, nos vemos forzados a reconocer que estamos tan irremediablemente envueltos en nuestra experiencia psíquica que no podemos siquiera postular la existencia de una realidad no-psíquica fuera de la psique. “A los que creen haber dicho algo empleando la palabra «materia»” – señaló Jung – “, conviene hacerles reflexionar que lo que han hecho es sustituir la X por una Y, y que nos hallamos en el mismo punto en que nos hallábamos antes” (Recuerdos, Sueños, Pensamientos,1973).

Dado que todo punto de vista y toda idea que tengamos depende de configuraciones arquetipales y dado que estos procesos psíquicos constituyen nuestra realidad más primaria, el mapa arquetipal que propone la psicología junguiana recupera así la tradición platónico-hermética para convertirse en una autentica cartografía del Kosmos, de la realidad psíquica que constituye nuestra misma existencia.

En palabras del psicólogo arquetipal James Hillman: “Siempre estamos en una u otra metáfora-raíz, fantasía arquetipal, perspectiva mítica… Todo lo que sabemos sobre el mundo, sobre la mente, el cuerpo, sobre cualquier cosa en absoluto, “incluyendo el espíritu” y la naturaleza de lo divino, viene mediante imágenes y se organiza por fantasías en un patrón u otro. …Puesto que estos patrones son arquetipales, siempre estamos en una u otra configuración arquetipal, una u otra fantasía, inclusive la fantasía del alma y la fantasía del espíritu. El “inconsciente colectivo”, que abarca los arquetipos, significa nuestra inconsciencia de la fantasía colectiva que domina nuestros puntos de vista, ideas, conductas, mediante los arquetipos” (Hillman, 1979).

Las tradiciones herméticas, platónicas y neoplatónicas, consideraban que los dioses están presentes en cada aspecto de nuestro mundo, nuestro carácter y nuestra vida. “Todo”, según los antiguos, desde Tales a Plutarco, “está lleno de dioses”. Dado que las cosmovisiones antiguas no establecían una división dualista entre “psique” y “cosmos”, las fuerzas arquetipales de la psique eran consideradas las propias fuerzas arquetipales del cosmos actuando en todas las cosas, desde los fenómenos más lejanos de los cielos hasta las profundidades recónditas del alma humana. “Como es arriba es abajo”, rezaba el principio hermético.

Desde esta perspectiva, todas las mitologías primitivas, todas las religiones paganas y todas las cosmovisiones politeístas esotéricas pueden comprenderse como un mapa simbólico del cosmos. En nuestra cultura occidental, el equivalente de estos mapas es la psicología junguiana. En palabras de James Hillman: “La mitología es una psicología de la antigüedad, la psicología es una mitología de la modernidad.”

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Las seis compañías que controlan el 90% de los medios en Estados Unidos (INFOGRÁFICO)

Seis grandes consorcios mediáticos contrlan el 90% de todo lo que ven y escuchan los estadounidenses (y se extienden por buena parte del mismo); esta falta diversidad tiene profundos efectos en como vemos el mundo.

Cada tanto es bueno recordar de dónde viene lo que vemos. Y relexionar sobre qué significa que la mayoría de las cosas que vemos vienen de la misma fuente. Opuesta a la riqueza fundamental de la vida, la diversidad, está lo que hemos llamado la “uniformediatización” y que ahora este útil infográfico, fraguado por el sitio alter-educativo Frugal Dad, llama “la ilusión de la elección”.

Estados Unidos es el país que inventó o al menos perfeccionó el sistema capitalista-consumista en el que vivimos casi inescapablmente. No podemos escapar de él fundamentalmente porque se transmite por la ionósfera, en las ondas radioeléctricas e inunda el espacio público, convirtiéndose no sólo en un programa cultural, sino en un medio ambiente. Para entender esta transmisión global de una forma de vida, es importante hacer hincapie en que tan sólo seis compañías (General Electric, Disney, News Corp., Viacom, Time Warner y CBS) controlan hasta el 90% de los contenidos que se consumen en Estados Unidos. Estas seis compañías extienden sus tentáculos a otros ámbitos comerciales (como el militar, en el caso de GE) y son parte de lo que se conoce como el establishment, la infraestrcutura del sistema dominante de control político-financiero. Es natural entonces que quieran mantener el orden de las cosas de tal forma que puedan seguir disfrutando de un oligopolio: y para ello una de las claves es justamente transmitir contenidos similares, autorreflejantes, que contribuyan a diseminar una versión limitada de la realidad donde consumir programas y productos es la forma en la que las personas satisfacen sus necesidades emocionales –o evitan enfrentarse a sí mismos.

Más allá de los intereses creados y agendas políticas que puedan tener estas compañías de Big Media, es innegable que al reducir el espectro a 6 empresas que abarcan la mayoria de los diarios, revistas, estaciones de radio, TV, cine y que empiezan a tener una fuerte presencia en Internet, nuestra perspectiva, nuestra forma de ver el mundo, y por lo tanto, ya que la percepción es creadora, de experimentarlo se ve constreñida a una banda más estrecha de la realidad. Como dijera Baudrillard, el infierno “es la repetición de lo mismo”. Existen otros mundos posibles dentro de este, pero esta diferencia, esta otredad no está a un zap de distancia.

Hoy en día en la mayoría de las ciudades del mundo las personas se visten de la misma forma, comen las mismas cosas, ven los mismos programas de TV, las mismas películas y escuchan la mismas canciones, no obstante estén en Sao Paulo o en Moscú. Esto es una de las consecuencias de la globalización, pero sobre todo una consecuencia de que la comunicación, de que los mensajes que entran a la conciencia y al inconsciente colectivo sean emitidos y controlados por tan pocos emisores y tan ligados entre sí y al poder político-financiero.

El modelo de Estados Unidos se replica por el mundo, ya sea a través de sus mismas cadenas de medios que tienen presencia en otros sitios –como News Corp– o porque este modelo oligopólico es copiado en la mayoría de los países donde las compañías que controlan los medios –y por lo tanto influyen en la psique colectiva– pueden casi siempre contarse con una mano y están vinculadas generalmente con el gobierno de forma casi indiscociable.

La pregunta es, ¿quieres seguir usando el uniforme de barras electrónicas de la realidad mediática sin saber que lo tienes como piel, o quieres aventurarte al vacío y salirte de la caja a sentir la inmediatez, sin señal?


pijamasurf

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Solamente aquellas personas capaces de estar solas son capaces de amar


"La capacidad de estar solo es la capacidad para amar.
Puede parecer paradójico para ti, pero no lo es.
Es una verdad existencial:
Solamente aquellas personas capaces de estar solas
son capaces de amar,
de compartir,
de entrar en el núcleo más profundo de otra persona,
sin poseer al otro,
sin volverse dependiente del otro,
sin reducir al otro a un objeto
y sin volverse adicto al otro.
Le permiten al otro absoluta libertad,
porque saben que si el otro se va,
permanecerán tan felices como están ahora.
Su felicidad no puede ser tomada por el otro,
porque no proviene del otro.
Entonces ¿por qué querrán estar juntos?
Ya no es más una necesidad,
es un lujo:
ellos disfrutan compartir,
tienen tanto deleite que quieren vertirlo en alguien más.
Ellos saben cómo tocar el instrumento musical de la vida como un solista.
El flautista sabe cómo disfrutar de su flauta solo,
y si viene y encuentra a un solista de tambores,
ambos disfrutarán de estar juntos
y crearán una armonía entre la flauta y los tambores".

OSHO

lunes, 5 de diciembre de 2011

Las leyes cósmicas, los principios universales, por Ricardo Gonzalez


DIMENSION

Hoy por hoy, en que vemos al mundo movilizarse alrededor nuestro, he sentido publicar un breve resumen de los ancestrales principios cósmicos que regularían la vida humana en este planeta. Aquellos principios, o “leyes”, afirman que somos capaces de “crear” nuestro propio futuro, viéndonos reflejados en el Universo como lo haría una gota de agua en el océano. ¿Es eso posible? Debo decir que este tipo de temas producen una sonrisa burlona en las mentes científicas ortodoxas. Sin embargo, hasta el más escéptico de los hombres de ciencia intuyen, o saben, que hay “leyes superiores” que no se pueden explicar con la teoría mecanicista que ha imperado en el mundo. Supuestamente, los egipcios y otras grandes culturas heredaron este conocimiento de sus padres fundadores, seres legendarios que se debaten entre un origen cósmico o antediluviano. Como fuere, he aquí, pues, el misterio y la enseñanza profunda que encierran los denominados “Siete Principios Universales”. Para muchos, su riqueza y resultados cuando son

comprendidos y llevados a la práctica, son su mejor aval de autenticidad.

Un Universo inteligente

El Universo está construido en perfecta armonía y proyección consciente. Un Universo inteligente que posee múltiples dimensiones y realidades, no sólo la que percibimos con nuestros cinco sentidos. De hecho, la moderna física cuántica explora ese amplio margen de posibilidades que obliga a revisar nuestros antiguos conocimientos científicos y, por si ello fuera poco, nuestra concepción de todo el entorno: desde el Cosmos a nosotros mismos. De acuerdo a las antiguas enseñanzas, tanto el Cosmos como el ser humano, poseen tres importantes aspectos. Un plano físico, un plano mental, y un plano espiritual. Todos están integrados por lo que llamamos habitualmente “energía”.

Sintetizando un poco estos conocimientos, el ser humano se desarrolla actualmente en un plano material, que de acuerdo a estas revelaciones contiene siete dimensiones. Para fluir correctamente en él, el hombre dispone de siete vehículos; es decir, no sólo posee un cuerpo material y denso, sino otros cuerpos sutiles o vehículos de luz para interactuar —aunque muchos no sean concientes de ello— con los diferentes niveles o membranas del plano material donde se desenvuelve.

Muchas escuelas de sabiduría en la antigüedad lo sabían, y así lo enseñaban. Por ello también educaban en la comprensión de siete centros de energía en el cuerpo humano y que permitían “regular” aquellos siete cuerpos y su relación con las siete dimensiones fundamentales. Aquellos centros de energía son llamados chakras —o “ruedas”, en sánscrito— que se ubican desde la base de la columna vertebral hasta la coronilla. Hay mucha información disponible que el lector podrá investigar. La idea es dar una visión global para comprender que todo obedece a un orden preestablecido. Que todo tiene un propósito y una armonía perfecta. Cuando se descubre este conocimiento —y se alcanza su comprensión—, el buscador de la verdad habrá hallado una puerta que le conducirá a un mundo de insospechadas posibilidades. Y como no podía ser de otra forma, existen siete leyes universales para fluir en esta existencia física. A pesar de que hoy en día no constituyen un secreto —puesto que han sido publicadas en un sinfín de editoriales, difundidas en cientos de conferencias y documentales de TV—, lo cierto es que muchos aún las ignoran y quienes creen conocerlas en realidad no las comprenden, y mucho menos las aplican en sus vidas. Integrarse a ellas es fluir en ese Universo inteligente del cual no estaríamos separados. Así lo sintió el astronauta norteamericano Edgar Mitchell cuando estuvo en el espacio en la Misión Apolo XIV. Y desde luego, no fue el único hombre de ciencia en comprender que ese Universo estaba gobernado por leyes superiores “distintas” a las que manejamos en la física.

Por todo ello pienso que es imperante hacer una breve explicación de estos siete principios místicos, indispensables para comprender nuestro paso por este plano.

Los Siete Principios Universales

“Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender. Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría”.

Con estas frases tan intrigantes se inicia el Kybalion, los siete principios universales que, desde tiempos antiguos —que se remontan a episodios desconocidos de la cultura egipcia— han viajado de escuela en escuela, de iniciado en iniciado, para llegar a nuestra época y ser de conocimiento público. Su sabiduría se atribuye a Hermes Trismegisto, el “Tres Veces Grande”. Es bien sabido que sus libros, como el Poymandrés, gozaron de gran autoridad durante los primeros siglos de la Iglesia, y que los Doctores Cristianos invocaban a menudo su testimonio junto con el de las Sibilas, que habían anunciado la venida de Cristo a los paganos. El prestigio de Hermes como un ser de gran sabiduría perduró a través de las épocas. No en vano, Lactancio sostuvo que: “Hermes ha descubierto, no sé cómo, casi toda la verdad”.

Aunque se le asocia con el Egipto antiguo, el nombre de Hermes Trismegisto es de origen griego. Desde luego “Hermes” es un dios griego, conocido también por su denominación romana “Mercurio”. Sin embargo la identidad de aquel misterioso personaje se pierde en la historia, remontándose al Egipto pre-dinástico. Por consecuencia, nadie se pone de acuerdo en aclarar su origen. Por ejemplo, no pocas tradiciones hebreas lo consideran contemporáneo de Abraham. Otros lo identifican con el dios egipcio Thot, intermediario entre Dios y los hombres. Y ciertas fuentes lo señalan, inclusive, como maestro superviviente de la mítica Atlántida.

Como fuere, algunos eruditos opinan que Hermes fue deificado, y otros piensan que no es sino el aspecto humano de ese mismo dios. Quizá, el nombre de Hermes Trismegisto no designa a una personalidad individual, sino que constituye un conjunto de enseñanzas elaboradas en Egipto y enriquecidas a lo largo del tiempo. Y entre ellas se encontraría el Kybalion, aunque nada concreto pueda ayudarnos a demostrar que Thot —o Hermes— haya sido su real autor. Personalmente no me sorprendería, pues Hermes es considerado el padre de la Alquimia, de La Cábala —por cuanto se la habría enseñado en Egipto al mismísimo Moisés—, las investigaciones numéricas y físicas de los pitagóricos, entre otros conocimientos. Haya sido o no Thot el autor del Kybalion, lo cierto es que los siete principios están aquí, y encierran una profunda revelación. Un conocimiento que otrora sólo era privilegio de secretas escuelas esotéricas.

“Los principios de la verdad son siete: el que comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas las puertas del Templo se abrirán de par en par” El Kybalion.

He aquí una síntesis de los Siete Principios Universales del Kybalion:

1. El Principio del Mentalismo.

Su lema es “El TODO es Mente; el universo es mental”. Determina que la mente tiene una capacidad asombrosa para transformar nuestro entorno material a voluntad. El ser humano puede crear lo que cree, y al igual que el Universo puede ser co-creador de nuevas realidades y circunstancias a través de una adecuada concentración, voluntad y sabiduría.

2. El Principio de Correspondencia

Sostiene que “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”. Las leyes de la naturaleza afectan sin distinción: desde una molécula a un individuo, desde una estrella a una galaxia. Este principio enseña que los más grandes secretos del Universo se encuentran codificados en nosotros mismos e, incluso, en la más pequeña partícula. Todo es un reflejo de todo.

3. El Principio de Vibración.

Este principio encierra la verdad de que “Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”. La vibración indica el estado de las cosas. Nunca está detenida, y puede ser afectada por nuestra influencia mental. Por ello la importancia de controlar nuestros pensamientos y el poder creador de la palabra, que es vibración en sí misma y por consecuencia transformadora.

4. El Principio de Polaridad.

Indica que “Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse”. Este principio encierra la enseñanza de que todo en el Universo es dual, y forma parte de un equilibrio.

5. El Principio del Ritmo.

Afirma que “Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación”. Este principio explica que en nuestro proceso de crecimiento pasaremos por diferentes etapas, algunas duras y otras luminosas, y que pueden ser sobrellevadas con equilibrio en la medida que vayamos adquiriendo mayor conciencia, fe y calma. Esto afecta a las personas y a los planetas, es una ley natural.

6. El Principio de Causa y Efecto.

Conocido por muchos como la Ley del Karma —“acción”, en sánscrito”— sostiene que “Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley”. Nuestros pensamientos y acciones son los responsables directos de las cosas que vivimos. Si sembramos nuevas causas —pensamientos luminosos y un accionar positivo— podemos modificar el futuro.

7. El Principio de Generación.

Como los demás principios, encierra una lógica natural: “La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos”. Esta ley nos enseña que todo en el Universo busca su complementació n. Y de hecho, cada ser posee en sí mismo los dos elementos de este principio creador.

De acuerdo a estas enseñanzas, la “combinación” de principios puede generar “nuevas leyes”. Por ejemplo, hoy en día en que se habla mucho sobre la “Ley de Atracción”, popularizada en el documental new age “The Secret”, no se trataría de otra cosa que la asociación del Principio del Mentalismo (creas lo que crees), el Principio de Vibración (lo semejante atrae lo semejante) y el Principio de Causa y Efecto (cosecharás lo que siembres). En otras palabras, la comprensión y aplicación conjunta de los principios dispara otros mecanismos espirituales aún más poderosos. Ése sería el verdadero secreto.

La regla básica para vivir y aplicar estos principios se basa en tres premisas:

1. Una disciplina espiritual de vida.

Si el practicante está atrapado en su vida material, hallándose ajeno a cualquier posibilidad de ser constante y responsable con su camino como ser espiritual, será difícil que pueda ejercer su voluntad plenamente para desarrollar los Principios Universales. La disciplina espiritual fortalece nuestra fuerza de voluntad, y por consecuencia somos menos sensibles a la manipulación.

2. Ejercitación de la mente.

Es un paso lógico y natural cuando uno vive en esa realidad espiritual. La mente es como un “músculo” que necesita ser entrenado. En los Principios Universales la piedra cimiento es la visualización. Una mente débil, distraída, no podría aplicar plenamente las bondades de estos conocimientos. La meditación es una de las herramientas más poderosas para potenciar nuestra capacidad de “ver más allá”.

3. Comprensión de las leyes.

No sólo se trata de fe y luego ver qué pasa. La diferencia entre un aprendiz y un maestro creador es que el segundo sabe por qué y cómo operan estas leyes. Lejos de lo que habitualmente se supone, la fe verdadera se sustenta en el conocimiento. Los “milagros”, por tanto, no son hechos irracionales y alucinantes, sino eventos perfectamente explicados en el mundo espiritual, aunque ignorados en nuestro medio físico de desenvolvimiento. “Saber” los entretelones de cómo ocurren, es parte del camino a la maestría personal.

Espero que este breve resumen de los Siete Principios Universales nos motive a ser más conscientes de todo.