Por Equipo de Redacción BIOSOPHIA | |
“La gente, hoy en día, huye de la verdad, y uno no puede dársela en una forma desnuda y desprovista de adornos, porque la ridiculizarían y se mofarían de ella”. Rudolf Steiner. “The Ahrimanic Deception”. Charla impartida en Zurich, el 27 de octubre de 1919. Tal y como decía el psiquiatra y psicoanalista Wilhem Reich, postulador de la teoría del orgón, y profundo investigador del inconsciente humano, la Humanidad, tras tres mil años de búsqueda y preocupación, de angustias, asesinatos por herejías, de persecuciones por errores aparentes, y de guerras de todo tipo, ha ideado muchos sistemas de pensamiento para hacer frente a la naturaleza, y ha desarrollado muchos tipos de religión, cada una de las cuales se ha convertido eventualmente en un medio de opresión y miseria, de manera que al final solo puede constatar que, siendo el hombre “el Hijo de Dios”, creado a su imagen, no obstante ese hombre es “pecador”, es una víctima del Diablo. Y entonces surge la pregunta de “¿Cómo puede existir el Diablo y el Pecado, si Dios es el único creador de todo lo existente? ¿Cómo puede existir el Mal si un Dios perfecto creó y gobierna el mundo y a los hombres?”. Ante tal decepción histórica y filosófica Steiner se manifestó patentemente insistiendo en reiteradas ocasiones que la llamada experiencia del Alma Consciente, por la que actualmente atraviesa la Humanidad, consiste precisamente en la toma de consciencia y en la confrontación directa con la experiencia del Mal en el mundo físico, contando como contamos con la parte sustancialmente positiva de la realidad, como es el Cristo, la Fuente del Bien y de Vida, de Amor-Compasión y de esperanza. Por tanto podemos afirmar que el problema central y básico que la humanidad ha tenido desde el comienzo de las encarnaciones del ser humano en este mundo de materia, es el de la existencia del Mal. Es el problema que sigue teniendo en la actualidad y que seguirá teniendo hasta el final de las mismas. Nuestra realidad cotidiana, la del mundo de materia, es únicamente un reflejo muy distorsionado y borroso de las últimas consecuencias de lo que se dirime en los restantes niveles –suprasensibles- de la realidad global, la auténtica, mucho más compleja que nuestra aparente realidad física tridimensional; y por su propia naturaleza, nuestra realidad material es refractaria al Bien. En la cosmovisión materialista de nuestra cultura occidental hablar del tema dualista del Bien y del Mal, sobre todo fuera del ámbito eclesiástico, se considera como una trasgresión al buen gusto y a lo correcto; es como hablar de cosas inexistentes, o de ideas trasnochadas y supersticiones que hieren la sensibilidad del momento. La cuestión es cómo se puede ir integrando el problema del Mal en la estructura psicológica del alma humana, cómo es asumida por cada individualidad en función del temperamento, de la formación cultural, de la capacidad de percepción de la realidad y del grado de aceptación o rechazo, etc. En cualquier caso algo que el hombre, en su etapa actual evolutiva de desarrollo de la conciencia, tiene necesariamente que afrontar, es el tema esencial delos misterios del Mal, de dónde surge y cuál sea el porqué de su existencia, al igual que en la etapa anterior del desarrollo de su racionalidad (hasta el siglo XV) tuvo que confrontarse con el problema de Nuestro papel, como seres especializados en desarrollar eso que se llama laconsciencia consiste en discernir y en averiguar las causas y la estructura de ese Mal que nos embarga y condiciona nuestra naturaleza, pues no es otro el significado de aquella parábola evangélica de los talentos, que vino a adelantar la tarea del alma consciente de nuestro tiempo. Y si las Jerarquías divinas no disponen de otro medio para informarse de lo que ocurre en nuestra dimensión material que el ser humano, puesto que somos el verdadero ojo, corazón y órgano sensorio de los seres suprasensibles positivos en la tierra, quienes de por sí carecen de una percepción directa del Mal terreno, tenemos la responsabilidad de elaborar ideas claras y lúcidas de nuestras percepciones en el mundo material. Las Jerarquías Positivas se caracterizan por la bondad y la entrega, pero para poder ayudarnos eficazmente necesitan de nuestra colaboración, mediante nuestras valoraciones ajustadas y acertadas con respecto a Lucifer, Ahriman y Soradt, para, precisamente, tener los elementos de juicio de cómo ayudar a la humanidad, y además para promover la redención y regeneración de aquellas entidades ahrimánicas y luciféricas que en un momento dado se pasaron a las filas de las Jerarquías adversas, y que eventualmente se habrán de incorporar a las Huestes de Cristo. Negación o Aceptación del ProblemaSin embargo el conocimiento de la existencia y reconocimiento de cómo y en donde actúa el Mal, es el principio del triunfo sobre él. No se trata de asumir el mal, sino de ir integrando en la conciencia la realidad y el how works de todas las entidades que se manifiestan en él, ser conscientes de su actuación dentro del ser humano que, de otra manera, es permanentemente parasitado por ellas, si desconoce la forma seductora y oculta de su actividad. Si el ser humano permanece de espaldas a esa realidad insoslayable que consiste en estar siendo influido en todo momento por entidades espirituales, opositoras o retardatarias a la correcta evolución del ser humano según los planes del Logos o Verbo Divino Creador, e incluso por las que en su esencia está la destrucción del Espíritu (los asuras anti-espirituales), cuya actuación se evidencia cada día más en las conductas más egóicas y separativo-destructivas de la humanidad, que ya han tenido su manifestación más descarnada y descarada en el mundo físico-material en las dos guerras mundiales atroces del siglo XX, o con los totalitarismos, fascismo y nazi, o con comunismo bolchevique o chino. Uno se puede sentir angustiado cuando profundiza en la realidad del Mal que se manifiesta a través de entidades malignas, que son totalmente reales, provistas de su propia conciencia, y que por encima de todo lo que desean es no ser descubiertas para poder actuar impunemente. El irlas conociendo incrementa la fe en las propias fuerzas espirituales, entendiendo que allí donde las fuerzas del Mal se manifiestan existe siempre un Bien más poderoso que se puede manifestar a través de cada uno, con el que podemos entrar en contacto libremente; o de lo contrario, seremos el caldo de cultivo de las entidades malignas que viven y habitan en nuestros cuerpos etéricos o vitales y astrales o emocionales. Y precisamente el miedo es la puerta de entrada del mal, o el alimento preferencial del que se nutre dentro de la estructura anímica humana. Tal como relata Steiner, la humanidad ha sido generada y creada por el Bien, y posteriormente impregnada por el Mal. Desde el origen tenemos la esencia del Bien, pero en un proceso evolutivo complicado por el Mal que requiere la intervención de las Jerarquías creadoras para ir continuamente recomponiendo la situación. El Mal va a depender de cómo cada uno lo confronte, de los distintos niveles de conciencia que cada uno tenga. El fruto del trabajo con nosotros mismos nos va a dar la respuesta en cada caso, sabiendo que las formas establecidas culturales-educativas del Sistema establecido (el New World Order) son las que están manejando la vida de la inmensa mayoría de los seres humanos, al estar basadas en teorías de conocimiento globalmente aceptadas en las que se forja toda la cultura y que nos dicen que es lo que tenemos que conocer y en qué creer o en qué no creer, lo que es científico y lo que no lo es, y por tanto lo único que puede ser verdadero, válido y real. Las fuerzas materialistas opositoras están generando constantemente inspiraciones espirituales que se manifiestan en el hombre a través de seres elementales que viven en su interior. A pesar de estar constantemente influidos no podemos hacer dejación de ejercer nuestro propio pensamiento y tomar las decisiones que creamos correctas, aunque estén equivocadas, pero que siempre deberían ser las nuestras, tomadas desde nuestra propia individualidad, más allá de los predicamentos y valores del sistema instituído, que impone subconscientemente su total autoridad cultural y moral sobre todos aquellos que no le oponen su propia e insustituible reflexión, análisis y pensamiento. Potenciar el BienSi quiero ser una persona ético-moral potenciaré el Bien y me podré defender del Mal, pero para que esto sea real, consistente y firme será imprescindible hacer un trabajo de auto-conocimiento en mí mismo/a, por medio del cual podré conocer qué es lo que me motiva, mi grado de honestidad, de ética y de buena voluntad, y el nivel de desarrollo de mi conciencia, sin auto-engaños. Es decir, de lo que se trata es de conocer la realidad de lo que se manifiesta en mi alma a través de mi carácter, de mis simpatías y antipatías que son el motivo de mi actuación instintiva, así como de mis sentimientos y en aquello en lo que aplico mis pensamientos, cuáles son mis capacidades, mis dificultades y mis miedos, lo que me produce pereza o indiferencia, y en suma mis reacciones y el nivel de mi equilibrio anímico. A través de ese trabajo en la estructura astral (emocional o anímica) a base del conocimiento de uno mismo, y de cómo actúan el Mal y el Bien en nosotros, podrá crecer nuestra conciencia. De esa manera la representación de la realidad se va a ir incrementando, sabiendo que esa realidad siempre es temporal y parcial en un mundo material de apariencia en el que vivimos, cubierto por el velo de la “maya”. Este trabajo siempre tiene que partir de la “calidad” del patrimonio que cada uno tenga, por poco que sea, sabiendo que ello va a constituir lo que va a ser eterno en nosotros, lo que nos va acompañar el resto de las encarnaciones y para siempre tras la muerte. Una fuerza ciega puede obrar en la parte instintiva de todos nosotros si nuestra conciencia no está plenamente despierta, sino adormecida por el consumo de sustancias de todo tipo, o cegada por el glamour del materialismo tecnológico cuyo incremento actual parece no tener límites. No se trata de rechazar el mundo material en el que vivimos, sino de ser conscientes de que en las formas materiales vive el espíritu del que se nutren, pudiendo el hombre disfrutar de ellas temporalmente en sus procesos de encarnación. El Mundo Físico-material En el estudio de Principalmente la religión católica, cuya influencia ha perdurado durante diecisiete siglos, nos ha enseñado que somos criaturas creadas por un Dios todopoderoso y omnipotente, que nuestra configuración es divina, y que por tanto somos perfectos, a su imagen y semejanza... aunque sea un Dios que permite la existencia del mal, no se sabe por qué. Y sin embargo la realidad, aunque difícil de entender por los católicos, es otra: Dios no puede hacer en La “expulsión del Paraíso”, consecuencia de la influencia luciférica, supone la incorporación del ser humano a un mundo de materia, procedente del mundo espiritual, en el que había estado durante millones de años, y representa asimismo el comienzo de las encarnaciones. No es un ningún castigo, aunque supone una tremenda trasformación que va a trastornar tremendamente sus estructuras. Los intentos de arreglo de la situación, desde el mundo espiritual, por las Jerarquías creadoras regulares, aunque imprescindibles, siempre van a ser insuficientes, en un mundo físico-material en el que el hombre siempre va a ser deudor de las entidades generadoras o sustentadoras de dicho mundo, que son precisamente las entidades ahrimánicas y asúricas. Nos dice Steiner que todo lo material, que rellena lo físico, procede del mal puro, que en gran parte tiene que ser continuamente re-equilibrado por fuerzas de crecimiento y de vida desde el mundo espiritual. Estamos pues atrapados entre dos fuerzas: las fuerzas terrenales-materiales, que son de muerte, entropía y descomposición, y las celestiales, de vida y creación. El conjunto de ambas es lo que posibilita el desarrollo de la vida del hombre, tal como hoy la conocemos. Las fuerzas opuestas, del Bien y del Mal, no pueden, por incompatibilidad esencial, mezclarse; únicamente pueden actuar conjuntamente en el ser humano. El Logos Solar, el Verbo creador, es impotente para poder actuar en un mundo maligno, que no es el suyo. En un momento en el que las fuerzas anti-espirituales ejercen una presión en la materia muy superior a las espirituales que recibe la tierra, surge la necesidad de crear algo especial: un arquetipo espiritual que tiene que nacer en la tierra, labor muy compleja que va a requerir la creación de una raza nueva, la hebrea, comenzando por un hombre, Abraham, con una nueva capacidad de percepción de la realidad dentro de su propia alma, a través de la elaboración de pensamientos propios, ya no con la mera recepción del pensar divino en el hombre , tal y como había venido ocurriendo hasta entonces en toda s las razas humanas. Este proceso de creación de un nuevo arquetipo espiritual para toda la humanidad, a través de la tradición hereditaria en la sangre del pueblo judío, culminará en el hombre Jesús de Nazareth. Al permitir la divinidad que como consecuencia de la tentación luciférica el hombre cayera en un mundo de materia, al que no estaba destinado, desde el mundo espiritual, se crea una deuda de la divinidad por la cual tendrá que descender tan hondamente como ha permitido que el hombre descienda: todos los graves problemas estructurales que ello ocasiona, por los que el ser humano tendrá que ir pasando, la divinidad queda comprometida para restablecer el equilibrio necesario correspondiente. Es el Cristo el que asume esa responsabilidad, incorporándose en un hombre, (Jesús de Nazareth) y pasando por la muerte, descendiendo a los mundos infernales (atemperando las fuerzas del “dragón”, o sea los efectos de la encarnación en el ser humano) y resucitando, comprometiéndose a permanecer con la humanidad hasta el final de los tiempos, en el plano etéreo terrestre, en donde reside. El aspecto Hijo, la 2ª persona de Pero entonces surge la pregunta: ¿qué es la materia?. Por medio de una concepción de índole esotérica, nos dice Steiner que cuando la actividad espiritual continúa más allá de la forma anímico-espiritual, el proceso de esa forma como tal se rompe, se quiebra o destruye dando lugar a las formas sensibles, es decir a la materia física, algo por tanto anti-espiritual que oculta la esencia real que está debajo, suprasensible. La materia no es, por tanto, creación de los seres divinos regulares o correctos, sino originada por la intervención de entidades espirituales opositoras anti-divinas de ese proceso de creación del ser humano y de todos los otros reinos consecuencia del mismo. El mundo externo que vemos no es divino, en el sentido de que no es la esencia espiritual real que permanece detrás de él, oculta a la percepción de los sentidos; la esencia espiritual que está detrás si es divina, y para llegar a ella se requiere el traspasar esa coraza de formas y sustancias materiales. Este conocimiento, más o menos consciente, condujo en Podemos considerar que la materia, en la que estamos inmersos durante nuestros procesos temporales de encarnación en la tierra, es un estorbo para el progreso de la evolución, pero para nosotros es un requisito imprescindible para lograr la individualidad, es decir, el desarrollo de nuestra conciencia en libertad, en un proceso muy complejo pero decisivo que va a determinar todo el resto de la evolución. Se necesita la materia, vivir las experiencias inmersos en cuerpos humanos, extrañados de lo espiritual, para el desarrollo de la conciencia a través de un proceso de aprendizaje, al permitirnos una relativa independencia o aislamiento de la realidad global, encerrados en un cuerpo físico-material, aprendizaje en la confrontación con fuerzas malignas consustanciales a la materia, que no es posible en el mundo espiritual al ser éste un mundo en donde rigen unilateralmente las necesidades espirituales relacionadas con Por tanto, hemos de ser conscientes de que estamos inmersos en un mundo físico material, en una situación de lucha y confrontación con el Mal, que constituye un proceso duro, costoso y que requiere gran esfuerzo, pero en el que podemos obtener, y obtenemos en cada instante, las ayudas del Bien, (fuerzas amorosas y de empatía conectadas con las energías puras e inegoístas crísticas, y con los aspectos de sabiduría, o inteligencia cósmica) a través de un pensamiento despierto capaz de confrontarse y reconducir las trampas que el Mal nos ofrece. En otras palabras, la encarnación en este mundo de materia permite percibirse a uno mismo como en medio de un campo de batalla permanente, dual, en el que hay que escoger el bando manejando el vehículo emocional para ponerlo al servicio de las fuerzas de la luz, abierto a las influencias del mundo espiritual, resistiendo los embates, seducciones y encantamientos del mundo de materia. El equilibrio necesario |
Ahrimánicas Luciféricas equilibrio del Yo
Exceso de meticulosidad desorden orden
Cobardía temeridad valentía
Insensibilidad exaltación serenidad
Pereza o desidia ambición diligencia
Avaricia despilfarro moderación
Complejo de inferioridad soberbia autoestima
Podría decirse que la clave está en “estar en el mundo sin ser del mundo”, trabajar en él, implicarnos en su trasformación, sin creernos las mentiras y falsedades con las que el mundo de materia nos quiere atrapar con las percepciones como apariencias, a la vez que nos concienciamos de sus aspectos anti-éticos . “Mirad que os envío como corderos a un mundo de lobos; sed blancos como palomas y astutos como serpientes”. Sería la actitud a adoptar frente al Mal, tanto del que nos habita como del que rige el mundo de materia.
En el ser humano todo está estructuralmente ajustado para que su conciencia pueda actuar con libre albedrío, elegir entre comportamientos morales o inmorales, entre el Bien y el Mal, con libertad, en la que nunca van a interferir las Jerarquías positivas. En la época actual de desarrollo del alma consciente los seres humanos estamos empezando a convertirnos de criaturas en co-creadores, colaboradores necesarios y co-responsables del proceso de creación divino. Esta es nuestra tragedia, pero también nuestra grandeza.
Equipo de Redacción BIOSOPHIA
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