Hoy el hemisferio norte del planeta tendrá su día más largo y luminoso, en una festividad ancestral que corona el triunfo del sol sobre las fuerzas de la oscuridad. El solsticio de verano es también el día en el que el sol llega al punto más alto del cielo (hacia el norte en apariencia) y parece detenerse en el cenit, en una luminosa suspensión temporal. De aquí toma significado la palabra solsticio: sol + sistere:quedarse quieto en latín.
Este año el momento exacto del solsticio de verano ocurrirá a las 17:16 del meridiano de Greenwich, (a las 11:16 AM de México). En el hemisferio sur, del otro lado del espejo, lo opuesto sucederá: el solsticio de invierno, el día más corto y oscuro del año.
Tradicionalmente distintas religiones y cultos paganos han celebrado el solsticio de verano como una fiesta de fertilidad en la que las semillas físicas y metafísicas de la primavera dan fruto en la eclosión de la luz. Para los druidas, cuyos escasos herederos se siguen reuniendo esta fecha en Stonhenge y en Avebury, el solsticio de verano era el día en que se consagraba el Matrimonio del Cielo y la Tierra, en el esplendente axis mundi de los rayos solares.
Diferentes grupos paganos celebran lo que se conoce como el Midsummer (o el día de Lith), una fiesta en la que encienden fuegos en la noche y hasta el amanecer para alimentar al sol, que, en el reverso de su máxima luminosidad, contiene ya su declive (en un universo cíclico en permanente movimiento, cada acto contiene su polo opuesto, es muerte y renacimiento). Hoy también, más allá de los vitores radiantes del verano, inicia el camino hacia la oscuridad que culminará en el solsticio de invierno, el día en el que el dios solar volverá a nacer como un fénix de las cenizas del año viejo. Los ritos de fuego y danza orgiástica buscan dotar simbólicamente de más fuerza al sol que hoy se entrega en plenitud.
Se mezlcan también las celebraciones de la noche de San Juan, que en algunos casos se amalgaman con el solsticio, y en otros ocurren la noche del 23 de junio (el 24 es el día que la Iglesia Católica escogió para celebrar el nacimiento de San Juan el Bautista, de manera similar a cómo escogió el 25 de diciembre para el naicmiento de Jésus, cerca del solsticio de invierno). Este período de tres días hasta el día de San Juan en algunas tradiciones marca la apertura de un portal en el que se puede acceder a los reinos fantásticos de los seres ferales, hadas, sirenas, dragones y demás criaturas fantásticas y sublunares (la luna de junio es llamada “la luna de hidromiel”). Justamente una de las formas legendarias de acceder a esta dimensión mágica es tomando las hojas de la hierba de San Juan (hoy usada contra la depresión), la cual supuestamente hace en esta noche que la persona que la coma se vuelva invisible y se mueva por dimensiones que son generalmente inaccesibles para una conciencia ordinaria.
En un plano simbólico, más allá de un credo particular, el solsticio de verano es un día especialmente fecundo para dar gracias al sol por ser el sustento de la vida en nuestro planeta, la manifestación visible de la luz dentro de todas las cosas (“Life is a pure flame and we live as if by an invisible sun burning within us”, Sir Thomas Browne) y celebrar con una especie de namaste cósmico colectivo.
“Este es el tiempo de la rosa, de su florecimiento, su fragancia, y su sangre. Ahora en este el día más largo, la luz triunfa, y a la vez comienza su declive frente a la obscuridad. El Rey Sol abraza a la reina del verano en un amor que es como la muerte por que es tan completo que todo lo disuelve en una canción de éxtasis que mueve los mundos. Así, el rey de la Luz muere, y navega hacia los mares obscuros del tiempo en busca de la isla de la luz que es el renacer. Giramos la Rueda y compartimos su destino, pues hemos sembrado las semillas de nuestros cambios y su debemos aceptar su crecimiento más allá del paso del sol.”
(The Spiral Dance, HarperCollins, 1999, p. 205)
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